La luna - parte 1
Hoy es el gran día. El día de la épica. Hoy cumpliré la misión para la cuál he estado preparándome estos últimos meses. No ha sido fácil, pero aquí me encuentro en la nave preparando todo para la gran misión. Mis patas no tiemblan y avanzamos, más lento de lo que esperaba, eso sí, hasta entrar en órbita. El despegue ha sido también más tranquilo de lo que había imaginado pero eso sólo puede sugerir que mi férreo entrenamiento como astronauta ha sido un éxito. Continuamos el ascenso y la nave se calienta un poco. Houston, tenemos un problema, indico con voz firme pero tranquila. Houston da indicaciones de parar en el arcén y abrir el compartimento de motor espacial para que se refrigere. Envío a Ferrari al exterior para tal misión. Belkor, a los mandos del sistema de navegación inercial parece tener todo bajo control.
Aquí el capitan Jack, proseguimos el vuelo espacial. Continuamos el ascenso en una calma tensa. El silencio se apodera de la nave. No es miedo, es concentración y expectación por lo que está por venir. El ordenador de navegación de la nave indica que continuamos dentro de la trayectoria estipulada y las señales del camino así lo confirman.La nave se sacude y la alarma central comienza a sonar con fuerza. Sigo sereno, nada para lo que no haya sido instruido. El sistema de navegación central falla y una inexperta Belkor intenta interpretar las lecturas contradictorias del acelerómetro y del giroscopio del sistema de control de trayectoria espacial. La gravedad empieza a sentirse y también la falta de aire. La alarma continua sonando de forma atronadora. Lo que para otros generaría una situación de pánico inmediato, para alguien entrenado como yo sólo crea un estado de trance e hiperconcentración hacia el objetivo. Lo se, somos pocos los elegidos. Empiezan a caerse los objetos de las estanterías fruto de la intensa vibración, pero estos flotan. Entramos en órbita. Houston, comenzamos descenso. No hay mucho que explicar, comenzamos descenso. Cualquiera que haya hecho un viaje espacial, por pequeño que sea, me entenderá. La gravedad se intensifica por segundos y lo que antes consideraba vibraciones severas parecerían ahora caricias al fuselaje de la nave, si lo comparamos con la situación actual. La nave se queda a oscuras mientras es sacudida violentamente de un lado a otro. Parece que vamos a la deriva pero yo aprieto los dientes y más aun los mandos. Un superado Ferrari yace en su puesto inconsciente y cubierto de su propio vómito. Belkor grita desesperada. La imagen es dantesca. ¿Enserio era esta la mejor tripulación que pudiste reclutar? me pregunto a mí mismo. Se la respuesta. Parecen unos zoquetes, pero son mis zoquetes, y los llevare a la gloria a mordiscos si hace falta. Las vibraciones y la aceleración me llevan ya al filo de mi aguante. Apenas veo pero aun mantengo firmes los mandos de la nave. Estoy al límite, pero me niego a rendirme. Gloria o muerte. Un golpe seco terrible, caigo al suelo de la nave. Se hace el silencio y ya nada se mueve. Me levanto, me sacudo y miro por la escotilla. Sonrío.