La isla de la eterna primavera
Llevamo un par de semanas en esta isla y me siento como en casa sin haber estado aquí anteriormente, nunca. Es una sensación extraña, una especie de deja vu. Tal vez sea el magnetismo que tiene aquel gigante en la distancia. No importa en qué parte de la isla estés, él vigila sus dominios, pero lo hace con un aura amigable. He estado en varias islas, incluso una fue mi hogar durante varios años, pero aquella no tenía nada que ver con esto.
Tenerife es verde al norte y árida al sur. Ventosa al este y abrupta al oeste. Cálida abajo y fría arriba. Lo tiene todo en un espacio muy reducido. La gente es amable y tranquila, igual que los perros isleños entre los cuales ya he hecho varios amigos.
Ayer tocó visita de control al veterinario y las analíticas mostraron algún desfase en mi hígado. Yo me siento genial pero a estos cabrones les ha faltado tiempo para raparme la panza y hacerme una ecografía. Por suerte todo parece estar en su sitio. Aunque al principio me quejé he de reconocer que con mi panza afeitada refrigero mejor y tengo un look más veraniego. Todo han sido ventajas. La única contrapartida es que me han puesto a dieta, pero sólo un poco.
Poco a poco recorremos la isla de la eterna primavera y cada uno va teniendo sus sitios favoritos. A Belkor le gusta una playa con palmeras al norte. Mi favorito es un spot al este que a veces es un poco ventoso. Tiene una playa de arena negra poco concurrida y una especie de terreno marciano junto a ella. A Ferrari le gusta conducir por carreteras escarpadas y llegar a un sitio, el que sea, para abrir una cerveza a modo de celebración.
Ahora estamos en un pequeño puerto que da nombre al pueblo y parece que nos quedaremos aquí unos días. La vida transcurre sin prisas mientras les oigo planear las siguientes aventuras. Al noreste visitaremos un paisaje que parece Hawai y al norte encontraremos unas piscinas naturales donde bañarnos. Incluso hablan de ir en julio a no se dónde para coger mangos. Pero sin duda el viaje más especial será el próximo. Mi viaje a la luna está cerca. Abróchense los cinturones que despegamos.