Cómo empezó todo
Estoy tumbado en esta playa de arena fina mientras mis ojos se cierran. Hace dos minutos corría por la orilla como alma que lleva el diablo y ahora tengo espasmos de sueño mientras escribo estas lineas. Cada vez me cuesta menos quedarme dormido. Hace sólo 7 meses estaba a 4.000 km al norte de aquí y a unos 20 grados menos. Todo son números. Todo es relativo.
Creo que ha llegado el momento de que os cuente cómo comenzó todo. No el todo absoluto, ni la génesis, ni el Big Bang, aunque si que puede considerarse como un pequeño Big Bang. El Big Bang de Jack, o de mi viaje, mejor dicho. No ha sido fácil.
El año pasado por estas fechas volvíamos a nuestro hogar en Holanda después de un trepidante viaje por Grecia. Visitamos sitios preciosos, pueblos, playas, e incluso Atenas, donde un tal Loukanikos "the riot dog" debió liarla tanto en los disturbios de 2008 que le crearon un mural en el barrio anarquista.
Tras descansar un par de semanas retomamos las rutas en bici y todo parecía volver a la normalidad hasta que mi coordinación en las patas traseras comenzó a fallar. Primero unos pocos segundos de forma esporádica un día, después continuamente. Además una pata se me empezó a hinchar y a fallar descaradamente. Mi salud inició una diabólica espiral descendente.
Visitamos varios veterinarios pero nadie parecía saber qué pasaba tras realizar infinidad de pruebas. No había lesión visible, ni artrosis significativa pero yo continuaba empeorando lentamente. "Es viejo, es normal" escuchaba continuamente en las consultas. Además el reposo que me habían recomendado parecía apagarme cada vez más. Perdí fuerzas y tono muscular. Por aquel entonces iba camino de los 14 años y parecía que el momento inevitable estaba cerca. Pero sin ser consciente de ello aun tenia una carta bajo la manga. ¿Os he comentado ya que Ferrari es ese que quieres tener cerca cuando las cosas se ponen feas?
Aquel lunes me desperté a las 5 de la mañana incapaz de caminar. Cualquier intento de levantarme resultaba en un choque aparatoso contra el mobiliario de casa. Incluso mis ojos se movían hacia los lados involuntariamente. He visto a Ferrari y Belkor preocupados muchas veces, pero ese día era distinto. Estaban abatidos. Fuimos a urgencias y tras un chequeo el veterinario recomendó pararlo todo. Ponerme a dormir. Sayonara baby. Game over. Esas palabras parecieron encender la mecha del caos y un airado Ferrari con ojos vidriosos me subió en brazos a la furgoneta. No aquí. No así. A las 6 de la mañana estaba en urgencias, en Holanda y a las 8 estaba en carretera cruzando la primera frontera. 15 horas y 1.500 km después llegábamos a Bilbao donde mi ángel de la guarda nos esperaba con todos los equipos y personal veterinario preparados para la acción.
Fueron horas largas donde yo dormía profundamente y Ferrari fumaba fuera con la mirada perdida mientras Belkor ponía la cordura. Después de esta siesta inducida me desperté con una resaca horrible y con diagnóstico. Un parásito llamado Neospora llevaba tiempo friendo en silencio mi sistema nervioso y muscular hasta que a mi cuerpo no le quedaron más argumentos para levantarse. La hernia lumbar con la que siempre había convivido en una paz negociada empeoró drásticamente debido a esta enfermedad y mi sistema del equilibrio estaba totalmente afectado. Iniciamos un tratamiento que no siempre da resultados y que incluso cuando los da, las secuelas suelen ser enormes. Pero una vez más ella dio con la tecla. ¿Quién sino? Dicen que los gatos tienen 7 vidas. No se cuántas tenemos los perros, pero yo al menos ya le debo 2 a ella.
Dos meses después conseguimos poner al parásito a raya y mi condición física comenzó a mejorar muy lentamente, pero esto era sólo el principio. Ahora tendría que volver a ecualizar mi sistema del equilibrio casi desde cero. Tuve que volver a aprender a caminar, a subir escaleras o a medir los espacios frente a un bache mientras sostenía mi pata temblorosa en el aire. Una vuelta a la manzana caminando despacio y trastabillado era el primer reto. Poco tiempo después me sometieron a la cirugía más grande que jamás he tenido y me quitaron un tumor, por suerte benigno, de casi 1 Kg, de mi hinchada pata trasera. La recuperación me ha llevado prácticamente medio año hasta la fecha, pero milagrosamente ha sido casi completa y para sorpresa de todos vuelvo a correr.
La vida pocas veces da segundas oportunidades así que Belkor y Ferrari decidieron dejarlo todo y me prometieron exprimir el tiempo conmigo en un viaje épico si salía de esta. Y contra todo pronóstico aquí estoy ahora, en Tenerife, tumbado en una playa de arena negra junto a estos dos hippies que ríen con una cerveza en la mano, celebrando un día más. Un día. Dos minutos. 4.000 km. 14 años. 15 horas. 4 patas. Las 5 de la mañana. Todo son números y todo es relativo.