Una raya más al tigre

Hace unos meses os hablé de Milfred, cuando todavía hacía poco que la habíamos adquirido. Fue todo muy rápido, nos hicimos con ella, conocedores de sus taras, unos pocos arreglos y nos echamos a la carretera, sabiendo que había aún mucho trabajo en el camino. Ya os conté cómo renovamos la nevera, como nos enfrentamos a reparaciones y goteras varias, incluso alguna avería en carretera, pero la gran Milfred es fiable como pocas, un caballo de trabajo. Milfred es vieja y como tal necesita cuidados, sé de lo que hablo.
El último susto nos lo dio la semana pasada, otra vez un rodamiento, esta vez en su pata derecha, colapsó y necesitó ayuda quirúrgica. En el transcurso de la opera reparación observaron que los frenos delanteros, anteriormente sustituidos, lo habían sido de manera negligente, por lo que necesitaba una nueva intervención. Tras este arreglo únicamente requeriría un chequeo de su sistema trasero y en la transmisión y estaría lista para rodar otra vez. Han sido tiempos duros para ella, pero por fin ve la luz y sonríe de nuevo, de hecho nunca dejó de hacerlo. Me cae bien Milfred: engranajes, tensores y fluidos. No somos tan distintos.

Milfred no ha sido la única que ha necesitado atención médica. El mes pasado mi hígado y vesícula biliar me dieron un aviso serio, como lo haría Hacienda si te hubieses colado en la declaración, y la semana pasada fue un tumor agresivo que apareció en mi piel sin pedir permiso. El mastocitoma es un tumor un poco cabrón. Pica y duele y, por si no fuera suficiente, libera sustancias al cuerpo que te hacen sangrar por los sitios más insospechados. Además existe riesgo de infiltración en otros órganos y eso significaría sayonara en poco tiempo. A veces me siento como un coche viejo, y comprendo a Milfred.

Belkor y Ferrari se han puesto manos a la obra y me arropan como nunca. Ferrari ha vuelto loco a los veterinarios de toda la isla e incluso les da indicaciones de qué y cómo hacerlo. Sé que está tentado de operarme él mismo viendo tutoriales en YouTube. Jamás se lo permitiría, menos aún viendo como cambió la anterior nevera de Milfred o cómo "solucionó" aquel problema en la mariposa de admisión de nuestra antigua Scenic en Inglaterra, hace 10 años. Por su parte, Belkor ha empezado a trabajar en una tienda para costear mis tratamientos. Vende humo... o más bien vapor, como le gusta corregir a ella.

---

Son las 9 de la mañana y entro ufano, moviendo la cola y saludando a todo el mundo. La gente me sonríe, y la vida también. Me tumbo en el suelo junto a Belkor e inhalo algo. Lucho por mantenerme alerta y despierto, pero mis esfuerzos son en vano, al tiempo que de fondo Yiruma toca con su piano River Flows in You. Pronto estoy corriendo en la playa, sin preocupaciones. Mis patas son ágiles como hace años y me transportan velozmente por la arena húmeda hacia una orilla que parece no llegar nunca, mientras oigo el estruendo del galope de un caballo pura sangre. Saboreo la niebla llena de salitre que lo cubre todo y pego un salto. Ahora vuelo por encima del mar y corro entre las nubes. Sigo corriendo. Sueño que corro. Hay otros perros, algunos conocidos. Hola Rufo, hola Charlie! Qué bueno volver a veros moviendo la cola! Corro como nunca. Ahora estoy solo, y de repente se hace de noche. Llueve. Ya no hay nubes, sólo una campa embarrada, frío y oscuridad. Tres perros avanzan raudos, directos hacía mí de forma agresiva. No tenéis ninguna opción, pienso, y continúo corriendo. Percibo la duda en sus miradas en el último instante, justo antes de chocar violentamente. Caigo hacia atrás y sigo cayendo al vacío, y en el camino veo un frisbee verde pasar a mi lado. Estiro mi cuello de forma brusca e intento morderlo, pero, mierda, no llego... Un latido y todo se esfuma. Abro los ojos. Buenos días, dormilón. La operación ha sido un éxito.

---

La primera noche tras la operación es dura y apenas duermo, los veintipico puntos que me han puesto parecen buscar cualquier excusa para tirar y hacerme daño. Jadeo. Ferrari está tumbado a mi lado y me mira con una mezcla de orgullo y ternura. Cada vez que abro los ojos, él ya los tiene abiertos. Tras el desayuno, caigo en un sueño profundo y, al despertarme, me levanto, me sacudo y muevo la cola. Ellos sonríen. He vuelto. Sólo unas horas desde la operación, pero para mí ya forma parte del pasado. Sigo mi camino como si nada, y es que en esta vida perra no hay tiempo para lamentos; ya ves tú, una raya más al tigre.

Entradas populares de este blog

14, el número de la suerte

Arrancamos

Un ferrari rojo