La luna - parte 2
La tripulación se despierta de la siesta, un descanso más que merecido después del hito de hoy. Tras las rutinarias tareas de control en la nave realizamos una expedición de reconocimiento por la zona. El lugar es árido y el sol comienza a bajar. La sombra da un aire aun más misterioso al lugar.
La reducción de la presión atmosférica afecta aspectos que podrían parecer baladíes si no se prestara atención. Por ejemplo, aquí el agua de los macarrones hierve a 92 grados en lugar de a 100. La botella de agua traída desde el nivel del mar emite ese suspiro gaseoso que hace una Coca-Cola al abrirse. La deshidratación se acelera, casi sin que lo notes, y el silencio... El silencio es distinto. El aire, más liviano, parece amortiguar el sonido. Todo suena más apagado, más lejano.
Llega la noche y, al mirar arriba, el cielo se enciende como nunca. Las estrellas brillan más, más claras, más cerca. Parece que nos estaban esperando. Es otro efecto de estar aquí arriba, donde el aire apenas se interpone. Estoy seguro de que alguna vez has oido una frase con tintes profundos que dice venimos de las estrellas. No es sólo poesía, vamos a analizarla.
Respirar aquí cuesta más. Pero si me paro a pensar de dónde viene lo que respiro, me quedaría sin aire. Literalmente. Cada átomo del oxígeno que entra en mi pecho nació en el núcleo de una estrella gigantesca, de esas que no caben en la cabeza. Y no sólo el aire. El calcio que sostiene mis viejos huesos. Todo lo que tengo y todo lo que soy. Todo lo que me construye, lo que me duele y lo que me emociona… estuvo una vez allí arriba. El carbono, el ladrillo gracias al cuál el universo dejó de ser sólo físico para empezar a contar historias y pensarse a sí mismo se creó durante los últimos latidos de una estrella similar a nuestro sol. Recuérdalo mañana cuando amanezca.
El hidrógeno, el más viejo de todos, el único elemento que nació en el Big Bang y que no ha vuelto a crearse desde entonces, es el combustible de todo y está en cada molécula del agua que bebes y jamás hayas bebido. Cada átomo de hidrógeno que tienes ahora mismo en tu organismo es tan viejo como el propio universo.
Pero hay algo aun más sobrecogedor. Los elementos más pesados, como el hierro de mi sangre, no pudieron crearse en el corazón de ninguna estrella, por gigante y aterradora que esta fuese. Mi hierro, y el tuyo, necesitó la energía que sólo el evento más poderoso pudo generar: una supernova. Sí amigo, tú también estuviste allí en primera fila, de alguna forma, presenciando el mayor cataclismo que jamás haya existido.
Todos estos elementos que nos conforman han viajado durante millones de años en la deriva cósmica. Tal vez en su camino crearon otros planetas y estrellas y explotaron nuevamente. Quizá repitieron este ciclo varias veces, hasta conformarnos hoy a nosotros. Su origen es tan antiguo que sin duda han pasado por otros cuerpos antes que el mío. Creo que es obvio que, al menos en mi caso, muchos de esos viejos átomos estuvieron antes en un dinosaurio. Por eso soy tan fiero.
Durante la noche astronómica, o como Ferrari diría, astrológica, hicimos un amigo, un polaco residente en Irlanda que manejaba un telescopio electrónico con el cual llevaba varios días persiguiendo y fotografiando una galaxia que había explotado en la lejanía, quizá formándo átomos de perro. También, nos dijo, tenía otro telescopio, situado en Vigo, que operaba de forma remota. Wojciech era un loco de las estrellas y nos dio una auténtica masterclass de esas que habría cola para atender si se impartieran en la universidad. En un momento apuntó con otro de sus telescopios hacia un sistema binario, doble. Sí, 4 estrellas orbitándose en pares. Magia celestial. Ah, el bueno de Wojciech... algo me dice que volveremos a vernos, igual el año que viene aquí, o dentro de 2 años en Irlanda, o quizá dentro de más en una explosión cósmica.
Al amanecer nos pusimos de nuevo a los mandos de la nave para realizar el retorno a tierra. Enciendo motores y la nave coge rápidamente velocidad de crucero. Milfred es una nave vieja pero fiable. El descenso es tranquilo y Belkor maneja de nuevo el sistema de navegación central con maestría. Ferrari duerme como un niño en el autobus tras un extenuante día de excursión.