Va por tí Charlie

Estamos ya en el sur de Portugal y el clima me recuerda a verano. En muchos de los pueblos hay perros callejeros a los que Belkor fotografía y Ferrari da de comer. Me caen bien los perros de la calle. Rara vez ladran y son unos especialistas en la comunicación sencilla. Ferrari y Belkor suelen ponerles nombres a aquellos con los que compartimos más tiempo y momentos. Recuerdo a Papadopoulos y Julliette en Grecia dormidos a la puerta de nuestra furgo, y los paseos por la playa que dimos juntos. O Skar, aquel cachorro desgarvado y con poco futuro de Soajo, Portugal, que el año pasado -5 años después- volvimos a ver convertido en el líder de una manada urbana de 10 perros. Este es Skar.


Nunca he sido un perro demasiado sociable, quizá por eso mis mejores amigos caninos siempre han sido especímenes dignos de estudio, como Charlie. Charlie era el perro guia que asignaron a un vecino con problemas de visión. Un labrador negro que llegó a nuestro barrio con 3 años tras haber pasado un estricto entrenamiento militar hasta conseguir su certificación. Un perro con diploma. Pero Charlie era un desastre, un espíritu libre. Obedecía las órdenes que le apetecían y continuamente mordisqueaba la correa o la mano de su amo invitándole a jugar. En palabras de su nuevo amigo humano "Charlie no es serio, me han timado con el perro" tanto es así que la asociación le ofreció cambiárselo, pero por suerte para entonces Charlie ya había calado hondo en su nuevo compañero y eso nunca sucedió. Charlie era exactamente lo que aquel señor con poca vista necesitaba. Cada vez que Charlie y yo nos encontrábamos en el parque nos volvíamos locos y jugábamos a peleas o a morder palos. Cuando nos veíamos por el pueblo ambos cambiábamos la postura corporal y nos retábamos lúdicamente en la distancia.

Charlie murió el año pasado con 6 años tras una rápida enfermedad que lo llevó a un quirófano de urgencia donde se quedó dormido. Su anteriormente quejoso compañero humano sigue humedeciendo sus ojos cada vez que me ve. Le recuerdo a Charlie. Se acerca a acariciarme mientras habla maravillas del mejor compañero que jamás ha tenido. Allá donde estés Charlie, seguro que estás de nuevo haciendo feliz a alguien. No sabrías no hacerlo.



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